Poema a cuatro manos.
El amor se parece a las naranjas...
aunque de menor tamaño,
sabor más aromático
y mayor facilidad para quitar su piel.
Cual gamin hambriento exprimiendo mandarinas,
estaba la muchacha con mi corazon.
fielmente con sus uñas agarrando mi conciencia,
enterrandose permanente en los renglones mas estrechos
de mi nectar de pecados.
Las pepas que eran la unica opcion de un abolengo digno,
apretadas contra el piso con sus labios inclementes,
pudriendo vertebras, musculos y alma.
Era delicioso verla resbalarse, piel esquiva.
Princesa anaranjada de deseos
me disfrazaba de heroe,
suplicantes ojos agonizantes,
suculentos abismos infernales,
validaba mi existencia en un instante...
Mas solo estaba regalando mi dignidad.
Del orgasmo infinito llego
la pudredumbre de la cascara.
Su largo pelo enredado como dragon me escondio su espalda.
¿acaso valia un peso el orgullo de un hombre?
Valia mas un beso sangriento,
un vestido de capa,
la envidia de los arrechos.
La vi deslizarse por la esquina de mi ojo izquierdo.
fastidiada construyo murallas con su ropa.
Supe que era tarde. Que nunca fue mia.
Degradado en mi tumba, aun estando despierto.
Amarga premonicion del amor que toca la puerta por error.
El gamin hambriento, era yo.
Julian Alejandro Ortiz Rojas
Elizabeth Torres.
El amor se parece a las naranjas...
aunque de menor tamaño,
sabor más aromático
y mayor facilidad para quitar su piel.
Cual gamin hambriento exprimiendo mandarinas,
estaba la muchacha con mi corazon.
fielmente con sus uñas agarrando mi conciencia,
enterrandose permanente en los renglones mas estrechos
de mi nectar de pecados.
Las pepas que eran la unica opcion de un abolengo digno,
apretadas contra el piso con sus labios inclementes,
pudriendo vertebras, musculos y alma.
Era delicioso verla resbalarse, piel esquiva.
Princesa anaranjada de deseos
me disfrazaba de heroe,
suplicantes ojos agonizantes,
suculentos abismos infernales,
validaba mi existencia en un instante...
Mas solo estaba regalando mi dignidad.
Del orgasmo infinito llego
la pudredumbre de la cascara.
Su largo pelo enredado como dragon me escondio su espalda.
¿acaso valia un peso el orgullo de un hombre?
Valia mas un beso sangriento,
un vestido de capa,
la envidia de los arrechos.
La vi deslizarse por la esquina de mi ojo izquierdo.
fastidiada construyo murallas con su ropa.
Supe que era tarde. Que nunca fue mia.
Degradado en mi tumba, aun estando despierto.
Amarga premonicion del amor que toca la puerta por error.
El gamin hambriento, era yo.
Julian Alejandro Ortiz Rojas
Elizabeth Torres.
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